Hoy encontré estos pequeños caramelos en una dulcería y vi pasar mi infancia en un instante. Reviví una tarde fuera de la escuela primaria y recordé lo feliz que me hacía llegar al centro de este caramelo, que tenía un polvito ácido riquísimo, que además hacía sonidos dentro de la boca.
En mis tiempos siempre compraba tres o cuatro Selz soda, porque guardaba trescientos pesos para la hora de la salida. Todo eso era posible, porque te alcanzaba para una golosina con una moneda de estas:
Más tarde la niñez mexicana sufrió la confusión originada por los nuevos pesos, hasta que paulatinamente ya no alcanzó para Selz Soda con una monedita de diez nuevos centavos. Muchas confusiones sobrevinieron después: El Chupacabras, El Pilón...
Pero de esas confusiones hablaremos otra noche.
Más tarde la niñez mexicana sufrió la confusión originada por los nuevos pesos, hasta que paulatinamente ya no alcanzó para Selz Soda con una monedita de diez nuevos centavos. Muchas confusiones sobrevinieron después: El Chupacabras, El Pilón...
Pero de esas confusiones hablaremos otra noche.
hace ya tantos años de eso... gracias por la memoria, un fuerte abrazo, amiga!
ResponderEliminarYo amaba los Selz soda... los partia antes de que se acabaran para sacarles todo lo burbujeante y luego los desechaba por caramelos aburridos y normales.
ResponderEliminar:)
al igual que tu también me acuerdo con melancolía de esos tiempos. ¿Pasa rápido noup?
ResponderEliminarQué curioso, precisamente hoy me enteré de que ahora hay unos Selz sodas sabor fresa!!
ResponderEliminarSaludos!
Siempre he creído que la forma de degustar un caramelo con centro líquido, dice mucho de nuestra personalidad.
ResponderEliminarYo jamás he sido capaz de chupar y chupar hasta llegar al centro líquido, chicloso o polvoroso. Siempre le muerdo antes.