domingo, 9 de mayo de 2010

Manaña voy a decirte que te amo

En ocasiones, cuando ya todos se han ido a dormir, la sala se encuentra solitaria, el susurro del viento me besa la cara, mi mente viaja, vuela por los aires y atraviesa las barreras del tiempo y de las distancias.

La música o mis letras de antaño determinan mi estado de ánimo para cada velada. Algunas veces lloro mucho. Otras rio mucho. Unas más suelo tener largas sesiones de escritura diuturna divagada. Pero hay noches especiales, dentro del catálogo de mis itinerarios nocturnos.

Noches huecas, noches tan complejas...no hay letras. No hay lágrimas. No hay hilos mágicos para tejer ilusiones pasajeras. Ni siquiera hay pronóstico de tormentas emocionales. Hay una quietud , que en momentos se asemeja a un breve periodo de sordera. Es una sordera que aturde, que despierta mi somnolienta conciencia.

Precisamente en esos momentos soy capaz de comprender exactamente todo lo que tengo que hacer en mi vida. Un murmullo casi esquizofrénico me permite verlo todo con una claridad extraordinaria. No hay más recuerdos dolorosos, no hay más desazón.

Durante ese periodo de breve claridad, la muerte llega sigilosa y me acaricia la espalda. Me habla quedito al oído y me recuerda a aquélla persona que ha estado tan sola y a quien no he visitado, a quienes he ignorado, a quienes han deseado escuchar una palabra de mi boca. Hace un inventario severo de mis fallas, me tortura repasando cada detalle equivocado. Esas noches tengo mucho miedo.

Una vez que me ha hecho llorar, la muerte se retira con el viento. Y yo me quedo con la sensación de que no te veré más mañana. Que tus ojitos no volverán a abrirse porque la muerte ha venido por tí, te llevará de mi lado sin que nada pueda hacer. Y me duele tanto recordar las palabras que te dije en la tarde. Tu ausencia aún ficticia desarma mi alma, me hace un ser hueco sin esperanzas ni alientos de existir. Quisiera en ese momento acercarme a tu lado, besarte y abrazarte el resto de la noche, velar tu sueño para que cuando la muerte llegue, me lleve también a mi. Para estar siempre contigo.

Y cuando esas noches tocan mi conciencia, la sacuden de tal manera que no puedo dormir y mi único deseo es agradecer a Dios que me haya permitido ser tu hija, tener un día más para hacer la diferencia. Una sola oportunidad más.

Espero la luz del sol para hacer todo lo que añoro hacer a tu lado...hasta que el sueño me vence.
A la mañana siguiente puedo escuchar el canto de los pájaros en mi ventana, sufro un ataque de amnesia profunda y todo fluye, como un asqueroso día normal.

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