domingo, 30 de noviembre de 2008

Mi lista de conceptos con copyright


Hoy saqué mi cajita de cartas y recuerdos escritos. Es impresionante la cantidad de letras que uno puede acumular en años. Incluso hice el hallazgo de textos escritos hace siete años, cartas que jamás envié, cartas que recibí cuando todavía usaba el correo tradicional… (Sí, esas que vienen en sobre y con timbre postal ¿Alguno de ustedes recibió una carta así?) Así fue como encontré:


Mi lista de conceptos con copyright

No soy una estudiosa de la gramática y menos de la etimología y tampoco pretendo serlo. Indeliberadamente, con el paso del tiempo he ido atesorando frases, conceptos o definiciones extrañas, aplicables a mis propios textos y a mis experiencias particulares. A ese conjunto de letras, he tenido a bien llamarle “Lista de conceptos con copyright” en alusión a un comentario que hizo una amiga virtual mía, que visitaba de manera frecuente mi blog de antaño, el cual eliminé en una tarde de melancolía exagerada. Hoy los encontré en este cajón de mis archivos del pasado y quise desempolvarlos un poquito...

Pocas cosas encuentro tan increíbles que desempolvar letras. Se parece a la sensación de escuchar una vieja canción; reconocer un olor entre la inmensidad; mirar una fotografía de antaño; recordar los detalles de una película. Se produce un viaje en el espacio y el tiempo, una súbita marea de emociones intensas, que se alojan en tu mente y te provocan distintas reacciones. Si ustedes escriben alguna especie de diario íntimo y años después leen pasajes anteriores, comprenderán lo que digo.

Me pasa muy seguido que después de pensar en una tristeza, me ponga a escribir. Pero cuando taladro mi mente con una punta de grafito de 0.5mm, tengo ganas de pedir clemencia a mis sentidos para que termine la tortura y al mismo tiempo es una actividad que me resulta simplemente inevitable y necesaria. Masoquismo puro, creo. ¿Por qué no puedo escribir mucho cuando estoy realmente feliz? Quisiera saber si es un fenómeno exclusivo…

A partir de este hallazgo publicaré poco a poquito mi lista de conceptos, fue escrita durante mis adorables noches de insomnio y surgió como consecuencia de esta tristeza que pago a plazos…y que no sé cuántos abonos me quedan todavía.







martes, 25 de noviembre de 2008

lunes, 3 de noviembre de 2008

Condometric


Recibí a través del correo electrónico la publicidad de este producto. Se trata de Condometric, el primer preservativo que mide el tamaño de pene. Seguro les causará alguna reacción yo no sé si risa, coraje, duda, interés o alguna utilidad... Si alguien se interesa por "saber si el tamaño de su prójimo es más pequeño o más grande" o conocer otros productos curiosos puede consultar esta web.

¿Será verdad que los hombres sin complejos son los potenciales compradores de este artefacto?


sábado, 1 de noviembre de 2008

¿Padeces verborrea ocasional?


Estuve hablando hora exacta en torno a una situación recientemente acontecida en mi vida, me siento agotada. Es un fenómeno que quisiera evitar. Suelo tenerlo con las personas en quienes confio demasiado, relatar hasta los más pequeños detalles, frases y descripciones de gestos y actitudes de las situaciones que acontecen en mi vida.

Las personas que me conocen superficialmente, consideran que soy muy callada, seria. Una prueba más de que uno nunca llega a conocer del todo a una persona, porque yo: Sufro de verborrea ocasional. Seguro que a ustedes también les ha pasado.

En ocasiones por el furor de un momento, puedes decir muchas cosas de alguien. Cosas que en el momento te proveen un desahogo emocional de valor incalculable, puedes sentir que quitas un peso de encima. El problema es que debes tener cuidado con tus palabras, con la manera de decirlas y sobretodo para elegir a la persona con quien vas a desahogarte. La frustración o el enojo del momento pueden pasar, pero las malas palabras que dijiste suelen tener mucho eco, mucha difusión. Siembran resentimientos, destruyen la amistad, carcomen el respeto. Son dañinas.

La verborrea ocasional es una especie de cáncer de las relaciones humanas, un mal para el cual no existe la quimioterapia, pero una enfermedad posible de prevenir.

Semillero de ilusiones efímeras

El Metro es una entidad recóndita que se precia de contar con su diversa y numerosa porción de personajes, comercios, tragedias, artistas, historias y su propio código de urbanidad. Para muchos capitalinos transitar a través de ese “Purgatorio subterráneo” resulta un evento infortunado e imposible de sortear en sus actividades diarias. Sin embargo, para quienes visitamos la ciudad de México, el metro deja de ser un requisito y se convierte en una experiencia que sobrepasa los límites del interés turístico, cultural e inclusive emocional.

A mi en lo particular en mis últimas visitas a la capital del país, me llama mucho la atención viajar en metro. Me gusta entrar en ese agujero de hormigas humanas cuyas vidas están interrelacionadas por la necesidad de inmiscuirse en los viajes diarios de la vida...ah!

Se sabe demasiado a partir de la simple observación de las personas: Su vestimenta, su manera de hablar, de reír, de moverse, los objetos que traen consigo, la estación en la que suben o bajan. Con sólo mirar imaginas qué hace cada uno, de dónde viene, a qué se dedicará. Pero lo mejor es considerar la idea de que probablemente después de ese minúsculo contacto de miradas, breves palabras o gestos jamás volverás a cruzarte por la existencia de esas mismas personas. Es raro, improvisado, perecedero: Compartir un instante, una casi fugitiva coincidencia en el espacio y el tiempo.

Hay tal cantidad de detalles en el metro, que pudieras observar todo el día, pero especialmente me gusta observar rostros y miradas. Hay personas que se hablan con sólo observarse entre si...y se dicen muchas cosas mediante el contacto visual. Ojos de nadie, que van regando miradas como semillas. Gente que se sabe reír con los ojos y que habla con las manos. Miradas furtivas que caminan sigilosas y chocan con otras, que después de varios choques quizá generan una sonrisa y después muchas, de varios colores. Todo converge, en ese orden: a veces inicia en un vagón, para terminar en el andén, en un pasillo, al salir, como parte del carácter improvisado implícito. Pero es como un bocadillo emocional que no amarga. Usar la palabra "miradas" más de tres veces en este párrafo, ni siquiera parece un error, porque es de ese ingrediente que se tejen las ilusiones de un rato.