lunes, 22 de marzo de 2010

Ella

Todos tenemos una misión qué cumplir. En la soledad de mis madrugadas puedo percibir con claridad que estar con ella forma parte de mi propia misión. En ocasiones cuando el tiempo se agota tan vertiginoso y mi agenda se llena de ocupaciones aún fuera del estricto horario de trabajo, al finalizar mis días con frecuencia viene a mí esa idea: ella, no la he ido a visitar; no tengo idea de cómo está. Esta tarde me avisaron que está enferma y llamaba a mi madre.

Tuve temor. Mucho. Dejé mis ocupaciones, fui a su encuentro y la vi notablemente envejecida, pálida y mucho más delgada. Su voz es distinta, algunas de sus frases no se comprenden con claridad. Su semblante es tan triste. Ella no es la misma persona. El tiempo que algunas veces es sabio y un bálsamo que alivia casi cualquier estrago de las emociones, la ella le ha pasado la factura. La llevamos al médico.

-Doctor, tenía una perrita y un carro me la mató- le dijo al galeno.

El la miraba con una sonrisa compasiva y de vez en cuando soltaba una frase jacarandosa que la hacía reír. Yo no pude evitar pensar cuán significativa era para ella esa salida de su mundo cotidiano. No pude evitar pensar, qué difícil será para ella soportar la reciente partida de su amor, un locutor de la radio local que murió hace unos días. No pude evitar pensar, que este año ha sido de pérdidas para ella.

Al llegar a casa, se recostó en un sillón. Nos sentamos a su lado y la miramos dormir en breves instantes, la dejamos un poco mejor de como estaba. Aunque sola, como siempre está. Sin tener a nadie a con quién hablar, ninguna persona que se preocupe por si pasa frío, por si tiene hambre, por si toma sus medicinas. Sin nadie que se ocupe de lo más importante: quererla.

Me rompe el corazón saber que debería hacer algo por ella y no puedo hacerlo. En ratos me da coraje pensar que ningún trabajo y ningún compromiso tiene el suficiente valor para arrebatarnos la capacidad de amar y brindar nuestro cariño a las personas que queremos y sin embargo, casi siempre le ponemos precio a nuestro tiempo.

Esta noche sobrevivo a este episodio de mi insomnio, necesitaba contarlo.

3 comentarios:

  1. Uy, Zhoelle, casi lloro co tu post, porque a mí me pasaba igual con mis papás. Quisiera poder asegurarte que una lo supera, que de pronto, quién sabe de dónde, encontramos el tiempo y la disposición para estar, acompañar y dar todas las sonrisas, abrazos y cariño que deseamos dar.
    Dicen que "mientras haya vida", afortunadamente yo lo conseguí, deseo que tú también puedas.

    Un abrazo!

    PD ¿Cómo va lo de tu hormigueo?

    ResponderEliminar
  2. ella es tu madre?...oks. esta bien. lo mismo siento por mi madrecilla... ella es especial...la neta... pero bueno, espero...se me ha puesto bien celosa ultimamente

    ResponderEliminar
  3. Tengo una tía que vive mas o menos una circunstancia parecida, desgraciadamente a veces las ocupaciones de todos nosotros nos hace complicado acercarnos a ella con frecuencia. Sufre periodos de depresión y diría que a veces, de falta de lucidez.
    Sabes... definitivamente es la compañía lo que puede hacerles salir adelante, pero no necesariamente la de una sola persona y no siempre en persona. A veces con una llamada, aunque sea extensa, una visita ocasional de cada uno de los parientes (con la voluntad coordinada de todos), sería de gran ayuda.
    A veces pequeños detalles hacen una gran diferencia con alguien que sufre de soledad.
    Un abrazo para ti.

    ResponderEliminar