Confío en Dios y en la casualidad de haberte conocido. Hoy es demasiado rápido para comprender cuál fue el sentido de toda esta historia. Sólo quiero hacer constar que nunca intentaré olvidarte, que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que -otra vez- me equivoqué y tampoco fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise y te deseo lo mejor, aunque estemos destinados a no ser y no te merezcas una sola de estas letras.